Cuando se habla de seguridad en una vivienda o en un local, muchas personas se centran únicamente en la marca de la cerradura. Sin embargo, el nivel real de protección depende de algo más amplio: el tipo de puerta, el uso que se le da a diario y la coherencia entre todos los elementos que intervienen en el cierre. Una cerradura de alta gama puede perder eficacia si no está bien adaptada a la estructura sobre la que trabaja.
Aquí es donde entra en juego el criterio de los cerrajeros de puertas. Su labor no consiste solo en cambiar piezas, sino en evaluar cómo responde la puerta en su conjunto: si el bombín sobresale más de lo debido, si el resbalón encaja correctamente en el marco, si el escudo protector cumple su función o si la puerta presenta holguras que afectan al cierre. A partir de ese análisis se decide si conviene una sustitución puntual del cilindro o una intervención más completa.
En muchos casos, un bombín moderno con protección antibumping y llave controlada es suficiente para elevar el nivel de seguridad sin modificar el resto del sistema. En otros, especialmente en puertas antiguas o muy transitadas, la cerradura completa puede estar ya fatigada, y mantenerla supone arrastrar un punto débil aunque el cilindro sea nuevo. Saber distinguir una situación de la otra evita inversiones innecesarias y mejora el resultado final.