La prueba de que existe seguridad es que no pase nada. En el momento en el que alguien es víctima de una intrusión en su vivienda, se prueba que no había seguridad. Por tanto, el momento de, por ejemplo, instalar un mejor bombín de cerradura, siempre es ahora y nunca después.
Es un buen hábito cambiar el bombín al menos cada cinco años; no solo por el hecho de que con el tiempo, como sucede con cualquier artefacto mecánico, se van desgastando, sino porque se van quedando obsoletos: las técnicas de intrusión se perfeccionan y lo que antes era seguro ahora ya no lo es.
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